jueves, 10 de noviembre de 2011

Cobardes e hipócritas

«Cobardes e hipócritas. Me levanto cada mañana, como una persona normal, como una más. Y solo veo cobardes e hipócritas cuando me atrevo a mirar.
»Retiraría los espejos, pero de nada serviría. Cuando miro el reflejo que en ellos habita con suerte lo veo vacío. Si trato de ser valiente veo un lejano atisbo de lo que yo soy: una cobarde, una hipócrita. Y me asusto. Y tengo miedo de mirar más allá. Y a veces consigo que vuelva a quedar vacío y vuelvo a ser una más, un individuo entre tanto sin alma ni personalidad, no soy una persona. Abusamos de esa palabra y nuestro abuso no hace más que poner en evidencia nuestra ignorancia, nuestra inferioridad, somos tan solo seres despreciables y al menos deberíamos serlo también para nosotros mismos. No creo que mis vecinos vean a un insignificante e insultante individuo cobarde e hipócrita cada vez que se miran en el espejo. Si al menos así fuera, tal vez seríamos menos hipócritas, menos cobardes, menos detestables. Pero no es así: nunca admitiremos nuestra propia hipocresía aunque nos esforcemos por evidenciar y repudiar la ajena. Todos somos más valientes si de lo que se trata es de tachar a un desconocido. Somos unos cobardes que nos negamos a cualquier posibilidad de cambio, de mejora, de desarrollo, de lucha contra nosotros mismos. Es asqueroso, ciertamente.
»No sé cómo diablos he soportado esto hasta ahora ni cómo lo sobrellevaré de ahora en adelante. Bueno, lo cierto es que sí que sé cómo lo he soportado hasta ahora: siendo como ellos son. Pero no quiero seguir sus pasos, no quiero ser como ellos. Pero ellos nunca renunciarán a lo que son, de la misma forma que yo no me puedo desprender de lo que realmente soy como si se tratara de una prenda o cualquier cosa tangible. Ni siquiera sé si seré capaz de malvivir con ello durante el día de mañana.»