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jueves, 29 de diciembre de 2011

Personas y personajes

- Así que personajes, eh.
- Sí.
- Cobarde.
- Lo sé.
- ¿No te vas a defender?
- ¿Defenderme de qué? ¿de ti? ¿de tus palabras?
- Por ejemplo.
- ¿Por qué iba a ponerme en contra si estoy de acuerdo. Quiero decir: tienes razón.
- Pero aún así...
- Aún así nada. Creo personajes porqué quiero. Y sí, les hago hacer cosas que yo posiblemente nunca haría. ¿Cuál es el problema? A mi mientras no me metan en la cárcel por ello o me censuren o cualquier derivado de esos, ya me entiendes... ¿Qué más me da? Son personajes, los he creado yo y están ahí, punto, no hay más historia. ¿Qué quieres?
- Bueno, tampoco hace falta ponerse así, ¿sabes?
- No, sí que lo sé. ¿Tienes algún problema con mis personajes? ¿Lo tienes conmigo? ¿Por qué no tienes los huevos de actuar como un hombre?
- …
- Oh, el gatito le ha comido la lengua a la nenaza. Sabe Dios cuántos culos habrá tocado esa lengua...
- …
- ¿Qué pasa? ¿Te escondes? Já, ahora eres tú quién se esconde, sucio cobarde -escupe al suelo-. Han cambiado las tornas, eh. ¿Qué te parece ahora?
- Para ya, yo no soy tú.
- Oh, no eres yo dices. ¿Qué es lo que no eres? ¿Humano? ¿Persona? ¿Hombre? Lo sabía, todo eso ya lo sabía.
- ¡Yo no soy un personaje! -grita mientras le pega un puñetazo en la nariz-. De mi nunca se ha apoderado ningún personaje. No lo he permitido jamás. No se puede decir lo mismo de ti -le mira con desprecio, como si fuera un despojo-. Ya nadie sabe quién eres. Sólo eres un muñeco roto, nada más.
- ¿Que no se apoderan de ti los personajes dices? -escupe y no puede contener una risotada-. Entonces explícame porqué has cambiado de rol dos veces ya. Y porqué ahora no eres más que un personaje del que ni siquiera conoces el auténtico y verdadero creador. Vamos, explícamelo, o solo piénsalo. Seguro -levantándose y golpeándole suavemente la cabeza al otro con la punta del dedo- que encuentras más preguntas dentro de esa cabecita. Y pocas respuestas.

viernes, 10 de junio de 2011

Miedos reales

- ¿Y nada te da miedo?
- Sí, claro, como a todo el mundo. Pero la mayoría de veces el miedo no viene de fuera sino de dentro.
- ¿Cómo? ¿A qué te refieres? ¿Cómo no puede deberse a lo que sucede a tu alrededor?
- Lo que no sé es si se debe o no, pero creo saber que viene de dentro.
- Siempre liándolo todo... Nunca cambiarás me parece a mí.
- Tal vez no, ¿quién sabe?
- Bueno, dime, ¿qué es eso que te da miedo y "viene de dentro"?
- No me da miedo, me aterra. Me aterra darme cuenta de que la vida -o al menos la mía- no es lineal sino cíclica. Esa es una idea que sinceramente, me aterra.

sábado, 14 de mayo de 2011

Muros de contención y recuerdos manipulados

Jueves 12 de mayo de 2011
«Ya no se sentía a gusto en casi ninguna parte. ¿Ya? ¿Acaso alguna vez se había sentido a gusto donde fuera? Desde luego, si alguna vez llegó a sentirse así, ya no lo recordaba. Creía saber a qué se debía esta nueva y extraña sensación. Sentía como si hasta entonces hubiera sido una completa desconocida que se alzaba tras una máscara, para ella misma. Sentía como su vida iba deshaciéndose, un compacto y laborioso tejido conseguido a lo largo de años y años de sacrificios y esfuerzos. Pero lo que pasara afuera no importaba en absoluto. Lo importante era que había caído un muro que ella misma había construido sin darse cuenta. Y lo percibió al ver los escombros a sus pies.
Estaba asustada y confundida. Sobre todo confundida. ¿Por qué? No lograba vislumbrar ninguna respuesta, ninguna hipótesis. De hecho no conseguía nada, absolutamente nada. Ahora era como si ni siquiera fuera capaz de pensar, de dar forma a un pensamiento. Ni siquiera era capaz de formularse preguntas, preguntas que carecería de respuesta durante mucho tiempo de conseguir tomar al menos forma en su propia mente. Era una extraña. Ya no se conocía lo más mínimo. Solo algunos recuerdos se mantenían íntegros e intactos mientras la mayoría estaban distorsionados creando en su mente una terrible pesadilla conceptual de la que era difícil escapar.
Cada vez que trataba de acceder a ellos, imágenes completamente deformadas y grotescas las sustituían. Le llenaban de auténtico terror. Gritar no servía de nada. Correr o tratar de huir tampoco servía de nada. Era incapaz de arrancar esos pensamientos corrosivos de su cabeza, no podía dejar la mente en blanco o pensar en cualquier otra cosa. No podía hacer nada. Trataba de resistirse pero los pensamientos resultaban igualmente devastadores y cuando caía agotada quedaba completamente a merced de esos nuevos y extraños recuerdos que habían ocupado el puesto de los antiguos. A veces trataba de enfrentarse a ellos pero siempre perdía la batalla viéndolos pasar una y otra vez por su cabeza y sonidos aterradores y estridentes sonaban con más fuerza y con mayor frecuencia. Otras veces apenas llegaban las extrañas imágenes se rendía a ellas deseando que todo sucediera lo más rápido posible. Cuando llevaban un rato ya atormentándola, rompía a llorar en un ahogado y silencioso sollozo. Abrazándose a ella misma, creyendo que así se protegería más y mejor de los desconcertantes ataques. A veces cuando trataba de resistirse a ellos cerraba con fuerza los ojos y se agarraba la cabeza con ambas manos. Otras veces, siempre que tenía los ojos abiertos, la expresión de su cara era aterradora, abría muchísimo los ojos, parecían salírseles de las cuencas y tenía todo el rostro muy tenso. Las manos, siempre que no estaba agarrándose la cabeza con fuerza, las tenía cerradas en puños, siempre. Solo conseguía abrirlas cuando se cogía la cabeza presa de la desesperación y muy de vez en cuando.
No recordaba la última vez que se había acercado a su propia cama. Siempre estaba tratándose de ocultar, encogida en los rincones, en el sillón o en el diván. Sólo dormía cuando caía inconsciente por el agotamiento tras revivir una y otra vez recuerdos que nunca hasta entonces habían existido. Y cuando caía rendida lo hacía en algún rincón, abrazándose las rodillas, encogiéndose cuanto podía. O ovillada en el suelo, cogiendo sus rodillas, temblando de miedo o terror, presa de espasmos que no podía controlar y que a veces ni siquiera sentía como propios.
Ahora estaba en un rincón, con la respiración agitada y temblando de vez en cuando. De vez en cuando se le escapaban sonidos que brotaban por su garganta desde los pulmones, agitados irremediablemente por espasmos incontrolables. Seguía abrazada a sí misma, con la cabeza gacha y oculta por su pelo ondulado, tratando de ocupar el menor espacio posible, como si consiguiéndolo lograra borrarse del mapa de los recuerdos deformados y las visiones aterradoras que le perseguían y acechaban en todo momento. Aguardando con impaciencia su momento, el momento en el que desfilarían por su mente mofándose con risas estridentes y más sonidos que jamás había considerado posibles.»

sábado, 16 de abril de 2011

Fe, ideales, Libertad, Revolución, organización, autocensura y fracaso

¿De dónde sale la fe? Naturalmente, no es innata... Una persona cualquiera no tiene fe porqué sí. Una persona cualquiera tiene fe porqué sus compañeros (o mejor dicho, sus seres allegados, su familia) así se lo inculca. Una persona tiene fe porqué no tiene motivos para no tenerla. Cuando se trata, como siempre, de niños pequeños y maleables, no les cuesta trabajo el creer en hadas y duendes, en Dios o en “valores universales” como la Igualdad, el Bien, la Justicia, o incluso el Mal. Si no se destruye de alguna forma esa “fe”, permanece durante tiempo. Y los niños se convierten en adultos, en adultos que creen en hadas y duendes, en adultos que creen en Dios o en adultos que creen en valores universales como son la Justicia, la Igualdad, el Bien y el Mal.
Sin embargo, esta es la realidad: una realidad en la que no tienen cabida ni jamás la encontrarán ni hadas ni duendes, no se encontrará ningún Dios, no se encontrará Igualdad, no se encontrará Justicia, no se encontrará el Bien ni el Mal. Y lo que es todavía más desesperante que cualquier otra cosa, no hay Libertad.
De la Libertad no puede existir otra cosa que su fe. Y yo me pregunto, ¿por qué diablos miles y miles de personas tienen fe en cosas tan absurdas como un Dios? ¿por qué no pueden tener fe en la Libertad? ¿Por qué diablos no se lucha por la Libertad si se ha luchado por ideales como Dios, se ha luchado, se ha matado a miles y miles de personas, miles y miles de personas han matado solo por “defender al verdadero Dios” cuando sencillamente no hay ninguno?
Lo que es cierto es que si no hay Igualdad, no puede haber Libertad, pues Libertad en desigualdad es una soberana estupidez. Si no hay igualdad real, no habrá libertad. El plan B sería la creación de nuevos conceptos reales y efectivos, no como la Libertad que no causa más que daños. Entraríamos en algo así como un atentado moral, en una inmoralidad impermisible, en teoría, pues las inmoralidades también impermisibles son aplaudidas por los poderosos, o sería mejor decir por los payasos. Ellos deberían demostrar quienes son realmente, me exaspera y me crispa es la insultante pasividad del pueblo. No quiere saber nada de nada. No quiere luchar, no quiere comprometerse. Por eso es el propio pueblo, títere de los poderosos, de los payasos,el que lucha por eliminar la inmoralidad de aquellos que atentan contra la moral dictada por verdaderos dictadores y represores, por los otros inmoralistas. Los llamados con desprecio revolucionarios son inmoralistas que actúan contra la verdadera inmoralidad. Es peor vivir así, como una moral uniforme, autómata, conformista; que ser inmoralista y revelarse contra ella.
Desgraciadamente, la victoria de la revolución pasa por la organización. Y la organización implica la renuncia a ideales, por eso el “desgraciadamente”. Porqué para conseguir un sueño puede que tengamos que renunciar al resto. Porqué entonces no seremos víctimas de los dictadores disfrazados de poderosos payasos. Entonces no será ellos quienes nos amordacen y nos coloquen grilletes y cadenas, no serán ellos los que maten nuestros ideales e incluso a nosotros mismos, no serán ellos los que censuren. Seremos nosotros mismos los que debamos amordazarnos con el fin de callar, seremos nosotros los que nos colocaremos grilletes y cadenas con el fin de dejar de actuar, dejar de luchar. Seremos nosotros mismos los que matemos nuestros propios ideales, seremos nosotros mismos los que decidamos darnos muerte matando nuestro espíritu. Estaremos obligados a sacrificarnos por el pueblo, por un pueblo que nos despreciará por perturbar su tranquilidad. Seremos nosotros mismos los que nos despreciemos por habernos fallado, por habernos rendido, por habernos entregado y haber acallado nuestras propias reivindicaciones. Los que sobrevivan a ello no serán en absoluto como deberían ser y decían ser.
La Revolución solo puede triunfar si nos sacrificamos por ella y además se renueva constantemente. Los que la comenzaron morirán pronto, muy pronto. Tal vez no mueran las personas, pero morirán sus ideales, los ideales que defendemos, o morirá la fuerza con al que los defendemos. Es necesario renovar a los revolucionarios, renovar a aquellos que defienden los ideales revolucionarios, renovar las fuerzas. O si no es así, la Revolución morirá joven.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Engranajes fantasmas

Se dio la vuelta. Intuía algo. Sólo estaba convencida de que algo intuía, pero no sabía qué podía ser. Tal vez no quisiera saberlo. Tal vez ya lo sabia, pero se lo negaba a ella misma una y otra vez. Sin saber cómo empezó a preguntarse por la naturaleza real de su decisión: de darse la vuelta y no mirar. Empezó a preguntarse si aquella decisión la había tomado ella o la detestable parte de ella que había sido sometida durante años y años a la voluntad de los demás. Olvidó por completo qué pasaba a su alrededor. Olvido el fin con el que actuaba. En su cabeza se estaba librando una ardiente batalla. Todo daba vueltas, muy deprisa.
No le había vuelto a pasar desde hacía tiempo. Ahora recordaba lo que aquella inepta solía decirle "La curiosidad mató al gato". Nada mejoraba. Aquello hacía empeorar peligrosamente su estado actual.

Había visto a un compañero con un libro en la mano. Estuvo durante casi dos minutos tratando de ver el título. Finalmente se lo preguntó. La respuesta fue "Un mundo feliz". Hubiera jurado que un escalofrío le recorrió toda la columna, pero no pasó. No pudo evitar recordar las noches en vela. "Está bien. Me lo leí en verano y me gustó. Te abre los ojos a lo que es la moral y tú no lo sabías. Te hace recapacitar. Sobre todo, sobre eso, tu moral."
Tal vez aquel acontecimiento fue el desencadenante de todo esto.

Sabía que no lo averiguaría. Quería echar a correr.
No se levantó de la silla.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Tres, Dos, Uno, ¡Fuego!

Sábado 11 de diciembre de 2010

«La chica que desde niña había crecido como una princesita echó el que seguramente sería el el último vistazo a su habitación, bueno, al cuarto donde había vivido durante años.

Desde pequeña papá y mamá le dieron todo lo que había pedido y le dieron también todo lo que hubiera pedido cualquier niño caprichoso en su lugar. Juguetes, ropa, caprichos, cualquier cosa. Como tenían dinero , papá y mamá consideraron que la formación académica era simplemente un cero a la izquierda. Ni servía para nada ni llevaba a ningún sitio. Así que papá y mamá llevaron a la niña a una escuela donde, pasado el periodo obligatorio, la niña no hubiera aprendido ninguna de esas materias inútiles y banales que el Gobierno, que ni tiene hijos ni sabe cómo educarlos, consideraba necesarias. Matemáticas, castellano, música, geografía y naturales, ¿para qué? No sirven para nada. Es mejor enseñarle maneras, buenas maneras desde pequeña. Una buena mujer debe saber cómo vestirse, cómo tratar a la gente y cómo comer, no dónde se encuentra esta o aquella ciudad. Una buena mujer debía ser encantadora y útil para su marido, es decir causar una buena impresión. Una buena mujer debía saber cómo y cuándo sacarle el mejor partido a su cuerpo. Una buena mujer debía ser sumisa y no cuestionar a sus padres ni a su marido, ni a nadie que esté por encima de ella. Solo le está permitido contradecir a los de clases inferiores o incluso discutir acerca de cosas banales y sinsentido con otras buenas mujeres de su mismo calibre. Es por esto por lo que de niña le enseñaron a no pensar y a ser sumisa y a comportarse como era debido. Cuando alcanzó la preadolescencia su formación se centró entorno a su cuerpo.

La niña que desde pequeña había crecido como una princesa, se reveló contra sus progenitores, como es natural. Y como la pequeña princesita de mamá y de papá no era tonta, empleó todo lo que mamá y papá veneraban en su contra. Empezó a sacarle el mejor partido posible a su cuerpo de tal forma que con apenas trece años tenía mucha más experiencia con los hombres que la que papá hubiera reconocido tener con las mujeres. Esto era algo sabido por todos, pero no se confirmó nunca porqué afirmarlo no era digno de señoritas de su clase. Así es como la pequeña princesita se convirtió en una meretriz solo para revelarse contra sus padres, a la edad de apenas quince años.

A los diecisiete y tras conseguir el dinero suficiente para procurarse una muy buena y ostentosa vida, obtenido de muy diversas formas; prendió fuego a la casa familiar, con papá y mamá dentro. Para hacerles sufrir les salvó del humo, que les hubiera dejado inconsciente y les entregó al infierno de las llamas para después dejarles salir moribundos.

Ahora papá y mamá estaban en el hospital y la princesita convertida en meretriz, observaba lo que había sido pasto de las llamas con una sonrisa extraña y una sensación mezcla de placer, excitación y satisfacción que ninguno de sus cientos de orgasmos le habían proporcionado.»

domingo, 5 de diciembre de 2010

La responsabilidad de reflexionar

- Cállate, maldita sea.
- Eso es lo que a ti te gustaría. Que todo se parase, que todo se detuviera, ¿no es cierto? Asúmelo de una vez, no puedes evitarlo. No puedes huir de ti misma ni de tu propio pensamiento. Nunca podrás conseguir lo que te propones.
- ¿Crees que no lo sé? Claro que es una estupidez tratar de conseguir lo que quiero, dejar de pensar, apartarme de este maldito mundo, de este maldito agujero, de este lamentable hoyo de asco y miseria. Claro que sé que nunca podré dejar de ser lo que soy, ni de dejar de hacer lo que hago, lo que he luchado por conseguir: pensar.
- ¿Por qué quieres ir en contra de tus principios? ¿Por qué quieres dejar de pensar?
- No quiero dejarlo de lado, no completamente, ni tirar todo lo que he conseguido por la borda. Solo es que, a veces, necesito un descanso. Se suele hacer insoportable. ¿Nunca has tenido la sensación de que aquello en lo que estás pensado, no está bien definido ni siquiera en tu mente? Y que para colmo, alguien te pide explicaciones, eres incapaz de explicarlo. No sabes por donde empezar, ni como continuar, no estás completamente segura absolutamente de nada. Te sientes agotada, mentalmente. No puedes dejar de pensar, e intentas dejar de hacerlo, pero es imposible. Es un proceso casi inconsciente. Y cuando comienzas a vislumbrar lo que parece una idea, o algo, la respuesta a una cuestión, a una duda, a un planteamiento; aparecen nuevas cuestiones, nuevas dudas, nuevos planteamientos, a raiz de la todavía no conclusión del primero. No sé si podré aguantar así mucho más. No sé que hacer ya. No sé hasta donde seré capaz de llegar. Esto me resulta demasiado grande, y tengo la sensación de que nunca daré la talla. Pero no puedo dejar de hacerlo, es como una droga. Causa extasis y me va destruyendo en cierto modo, pero no puedo dejarla, es una nueva forma de vida. Algo sin lo que mi vida no tendría sentido alguno, algo por lo que he estado luchando, algo por lo que no pienso tirar la toalla. Es parte de mi, sin lo que no soy nada ni nadie. Si desaparece de mi vida, desapareceré yo al mismo tiempo. Por eso, quiero dejar constancia de todo lo que pueda alcanzar, es un deber que acepté cuando todo comenzó. Cuando no sabía nada, y todavía hoy apenas si se algo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Despreciado por lo infravalorado

Martes 6 de julio de 2010

«Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Ya mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos»

«¡Qué desagradable era! Y procedía del guijarro, estoy seguro: pasaba del guijarro a mis manos. Sí, es eso; una especie de náusea en las manos.»

(Jean-Paul Sartre, La náusea)


Para la gente "normal", para los "socialmente adaptados", los objetos no son más que eso; objetos. No suponen nada en absoluto, son sencillos e inertes, herramientas, algo útil. Él, en cambio (socialmente inadaptado de alguna forma, ajeno al colectivo, sin posibilidad alguna de retornar a él), los objetos tienen como vida, conciencia propia. Son capaces de negarse a ser alzados o producir asco. Se siente como si fuera un ser subordinado a los más absurdos objetos, despreciado por un guijarro y una hoja de papel, por lo más insignificante imaginable. Es una situación como poco insultante la que le brindan los objetos. Imagina, cómo tendrá que ser la que le brinda la sociedad, el resto de hombres. No existen palabras para expresar la desolación que produciría.

jueves, 10 de junio de 2010

La vida está condenada, ¿o quizás no?

Lunes 24 de mayo de 2010
[...]
Somos insignificantes. ¿Qué somos nosotros en el universo? La raza humana está condenada a la extinción desde el momento en el que alguien vio que tenía capacidad de cuestionarse algo. Con suerte, dentro de unos cuantos millones de años, nos estudiará una especie superior. Eso en el mejor de los casos. Si esto no es más que un tablero, ¿quiénes son los jugadores? ¿Quién nos maneja a cada uno? ¿Es Dios? ¿Los Dioses? ¿O somos el pasatiempo de una especie superior? Si somos manejados, yo soy así porqué soy el reflejo de ese alguien que me maneja. Probablemente sea de una parte de él que no puede mostrar y plasma en mi. Tal vez por eso esté como estoy. Si todo fuera así, no sería tan difícil, no sé. Carecería un poco de importancia. Pero no es así. ¿Y si yo soy una herramienta de ese alguien? ¿Una enviada? Sería bonito pensar que soy especial y por lo tanto capaz de algo. No es que sea una completa inútil.
Pero es mejor no cuestinarse todo esto. Ser uno mismo su propia herramienta. Conseguir yo lo que yo quiero, y nada más. ¿Qué más da si alguien quiere lo mismo?
[...]
Por cierto, lo de antes, algo así como que la vida seria como en la Edad Media, una transición (...) eso sería resignarse, sería estoicismo. Y si algo tengo claro es que yo estoica no soy, así que ni plantearselo otra vez.
[...]


Y recordad las recomendaciones del principio...




¡Salud!