jueves, 29 de diciembre de 2011
Personas y personajes
viernes, 10 de junio de 2011
Miedos reales
sábado, 14 de mayo de 2011
Muros de contención y recuerdos manipulados
sábado, 16 de abril de 2011
Fe, ideales, Libertad, Revolución, organización, autocensura y fracaso
lunes, 27 de diciembre de 2010
Engranajes fantasmas
No le había vuelto a pasar desde hacía tiempo. Ahora recordaba lo que aquella inepta solía decirle "La curiosidad mató al gato". Nada mejoraba. Aquello hacía empeorar peligrosamente su estado actual.
Había visto a un compañero con un libro en la mano. Estuvo durante casi dos minutos tratando de ver el título. Finalmente se lo preguntó. La respuesta fue "Un mundo feliz". Hubiera jurado que un escalofrío le recorrió toda la columna, pero no pasó. No pudo evitar recordar las noches en vela. "Está bien. Me lo leí en verano y me gustó. Te abre los ojos a lo que es la moral y tú no lo sabías. Te hace recapacitar. Sobre todo, sobre eso, tu moral."
Tal vez aquel acontecimiento fue el desencadenante de todo esto.
Sabía que no lo averiguaría. Quería echar a correr.
No se levantó de la silla.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Tres, Dos, Uno, ¡Fuego!
«La chica que desde niña había crecido como una princesita echó el que seguramente sería el el último vistazo a su habitación, bueno, al cuarto donde había vivido durante años.
Desde pequeña papá y mamá le dieron todo lo que había pedido y le dieron también todo lo que hubiera pedido cualquier niño caprichoso en su lugar. Juguetes, ropa, caprichos, cualquier cosa. Como tenían dinero , papá y mamá consideraron que la formación académica era simplemente un cero a la izquierda. Ni servía para nada ni llevaba a ningún sitio. Así que papá y mamá llevaron a la niña a una escuela donde, pasado el periodo obligatorio, la niña no hubiera aprendido ninguna de esas materias inútiles y banales que el Gobierno, que ni tiene hijos ni sabe cómo educarlos, consideraba necesarias. Matemáticas, castellano, música, geografía y naturales, ¿para qué? No sirven para nada. Es mejor enseñarle maneras, buenas maneras desde pequeña. Una buena mujer debe saber cómo vestirse, cómo tratar a la gente y cómo comer, no dónde se encuentra esta o aquella ciudad. Una buena mujer debía ser encantadora y útil para su marido, es decir causar una buena impresión. Una buena mujer debía saber cómo y cuándo sacarle el mejor partido a su cuerpo. Una buena mujer debía ser sumisa y no cuestionar a sus padres ni a su marido, ni a nadie que esté por encima de ella. Solo le está permitido contradecir a los de clases inferiores o incluso discutir acerca de cosas banales y sinsentido con otras buenas mujeres de su mismo calibre. Es por esto por lo que de niña le enseñaron a no pensar y a ser sumisa y a comportarse como era debido. Cuando alcanzó la preadolescencia su formación se centró entorno a su cuerpo.
La niña que desde pequeña había crecido como una princesa, se reveló contra sus progenitores, como es natural. Y como la pequeña princesita de mamá y de papá no era tonta, empleó todo lo que mamá y papá veneraban en su contra. Empezó a sacarle el mejor partido posible a su cuerpo de tal forma que con apenas trece años tenía mucha más experiencia con los hombres que la que papá hubiera reconocido tener con las mujeres. Esto era algo sabido por todos, pero no se confirmó nunca porqué afirmarlo no era digno de señoritas de su clase. Así es como la pequeña princesita se convirtió en una meretriz solo para revelarse contra sus padres, a la edad de apenas quince años.
A los diecisiete y tras conseguir el dinero suficiente para procurarse una muy buena y ostentosa vida, obtenido de muy diversas formas; prendió fuego a la casa familiar, con papá y mamá dentro. Para hacerles sufrir les salvó del humo, que les hubiera dejado inconsciente y les entregó al infierno de las llamas para después dejarles salir moribundos.
Ahora papá y mamá estaban en el hospital y la princesita convertida en meretriz, observaba lo que había sido pasto de las llamas con una sonrisa extraña y una sensación mezcla de placer, excitación y satisfacción que ninguno de sus cientos de orgasmos le habían proporcionado.»
domingo, 5 de diciembre de 2010
La responsabilidad de reflexionar
- Eso es lo que a ti te gustaría. Que todo se parase, que todo se detuviera, ¿no es cierto? Asúmelo de una vez, no puedes evitarlo. No puedes huir de ti misma ni de tu propio pensamiento. Nunca podrás conseguir lo que te propones.
- ¿Crees que no lo sé? Claro que es una estupidez tratar de conseguir lo que quiero, dejar de pensar, apartarme de este maldito mundo, de este maldito agujero, de este lamentable hoyo de asco y miseria. Claro que sé que nunca podré dejar de ser lo que soy, ni de dejar de hacer lo que hago, lo que he luchado por conseguir: pensar.
- ¿Por qué quieres ir en contra de tus principios? ¿Por qué quieres dejar de pensar?
- No quiero dejarlo de lado, no completamente, ni tirar todo lo que he conseguido por la borda. Solo es que, a veces, necesito un descanso. Se suele hacer insoportable. ¿Nunca has tenido la sensación de que aquello en lo que estás pensado, no está bien definido ni siquiera en tu mente? Y que para colmo, alguien te pide explicaciones, eres incapaz de explicarlo. No sabes por donde empezar, ni como continuar, no estás completamente segura absolutamente de nada. Te sientes agotada, mentalmente. No puedes dejar de pensar, e intentas dejar de hacerlo, pero es imposible. Es un proceso casi inconsciente. Y cuando comienzas a vislumbrar lo que parece una idea, o algo, la respuesta a una cuestión, a una duda, a un planteamiento; aparecen nuevas cuestiones, nuevas dudas, nuevos planteamientos, a raiz de la todavía no conclusión del primero. No sé si podré aguantar así mucho más. No sé que hacer ya. No sé hasta donde seré capaz de llegar. Esto me resulta demasiado grande, y tengo la sensación de que nunca daré la talla. Pero no puedo dejar de hacerlo, es como una droga. Causa extasis y me va destruyendo en cierto modo, pero no puedo dejarla, es una nueva forma de vida. Algo sin lo que mi vida no tendría sentido alguno, algo por lo que he estado luchando, algo por lo que no pienso tirar la toalla. Es parte de mi, sin lo que no soy nada ni nadie. Si desaparece de mi vida, desapareceré yo al mismo tiempo. Por eso, quiero dejar constancia de todo lo que pueda alcanzar, es un deber que acepté cuando todo comenzó. Cuando no sabía nada, y todavía hoy apenas si se algo.
domingo, 19 de septiembre de 2010
Despreciado por lo infravalorado
«Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Ya mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos»
«¡Qué desagradable era! Y procedía del guijarro, estoy seguro: pasaba del guijarro a mis manos. Sí, es eso; una especie de náusea en las manos.»
(Jean-Paul Sartre, La náusea)
Para la gente "normal", para los "socialmente adaptados", los objetos no son más que eso; objetos. No suponen nada en absoluto, son sencillos e inertes, herramientas, algo útil. Él, en cambio (socialmente inadaptado de alguna forma, ajeno al colectivo, sin posibilidad alguna de retornar a él), los objetos tienen como vida, conciencia propia. Son capaces de negarse a ser alzados o producir asco. Se siente como si fuera un ser subordinado a los más absurdos objetos, despreciado por un guijarro y una hoja de papel, por lo más insignificante imaginable. Es una situación como poco insultante la que le brindan los objetos. Imagina, cómo tendrá que ser la que le brinda la sociedad, el resto de hombres. No existen palabras para expresar la desolación que produciría.
jueves, 10 de junio de 2010
La vida está condenada, ¿o quizás no?
Lunes 24 de mayo de 2010
[...]
Somos insignificantes. ¿Qué somos nosotros en el universo? La raza humana está condenada a la extinción desde el momento en el que alguien vio que tenía capacidad de cuestionarse algo. Con suerte, dentro de unos cuantos millones de años, nos estudiará una especie superior. Eso en el mejor de los casos. Si esto no es más que un tablero, ¿quiénes son los jugadores? ¿Quién nos maneja a cada uno? ¿Es Dios? ¿Los Dioses? ¿O somos el pasatiempo de una especie superior? Si somos manejados, yo soy así porqué soy el reflejo de ese alguien que me maneja. Probablemente sea de una parte de él que no puede mostrar y plasma en mi. Tal vez por eso esté como estoy. Si todo fuera así, no sería tan difícil, no sé. Carecería un poco de importancia. Pero no es así. ¿Y si yo soy una herramienta de ese alguien? ¿Una enviada? Sería bonito pensar que soy especial y por lo tanto capaz de algo. No es que sea una completa inútil.
Pero es mejor no cuestinarse todo esto. Ser uno mismo su propia herramienta. Conseguir yo lo que yo quiero, y nada más. ¿Qué más da si alguien quiere lo mismo?
[...]
Por cierto, lo de antes, algo así como que la vida seria como en la Edad Media, una transición (...) eso sería resignarse, sería estoicismo. Y si algo tengo claro es que yo estoica no soy, así que ni plantearselo otra vez.
[...]
Y recordad las recomendaciones del principio...

¡Salud!