lunes, 27 de diciembre de 2010

Engranajes fantasmas

Se dio la vuelta. Intuía algo. Sólo estaba convencida de que algo intuía, pero no sabía qué podía ser. Tal vez no quisiera saberlo. Tal vez ya lo sabia, pero se lo negaba a ella misma una y otra vez. Sin saber cómo empezó a preguntarse por la naturaleza real de su decisión: de darse la vuelta y no mirar. Empezó a preguntarse si aquella decisión la había tomado ella o la detestable parte de ella que había sido sometida durante años y años a la voluntad de los demás. Olvidó por completo qué pasaba a su alrededor. Olvido el fin con el que actuaba. En su cabeza se estaba librando una ardiente batalla. Todo daba vueltas, muy deprisa.
No le había vuelto a pasar desde hacía tiempo. Ahora recordaba lo que aquella inepta solía decirle "La curiosidad mató al gato". Nada mejoraba. Aquello hacía empeorar peligrosamente su estado actual.

Había visto a un compañero con un libro en la mano. Estuvo durante casi dos minutos tratando de ver el título. Finalmente se lo preguntó. La respuesta fue "Un mundo feliz". Hubiera jurado que un escalofrío le recorrió toda la columna, pero no pasó. No pudo evitar recordar las noches en vela. "Está bien. Me lo leí en verano y me gustó. Te abre los ojos a lo que es la moral y tú no lo sabías. Te hace recapacitar. Sobre todo, sobre eso, tu moral."
Tal vez aquel acontecimiento fue el desencadenante de todo esto.

Sabía que no lo averiguaría. Quería echar a correr.
No se levantó de la silla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario