domingo, 19 de septiembre de 2010

Despreciado por lo infravalorado

Martes 6 de julio de 2010

«Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Ya mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos»

«¡Qué desagradable era! Y procedía del guijarro, estoy seguro: pasaba del guijarro a mis manos. Sí, es eso; una especie de náusea en las manos.»

(Jean-Paul Sartre, La náusea)


Para la gente "normal", para los "socialmente adaptados", los objetos no son más que eso; objetos. No suponen nada en absoluto, son sencillos e inertes, herramientas, algo útil. Él, en cambio (socialmente inadaptado de alguna forma, ajeno al colectivo, sin posibilidad alguna de retornar a él), los objetos tienen como vida, conciencia propia. Son capaces de negarse a ser alzados o producir asco. Se siente como si fuera un ser subordinado a los más absurdos objetos, despreciado por un guijarro y una hoja de papel, por lo más insignificante imaginable. Es una situación como poco insultante la que le brindan los objetos. Imagina, cómo tendrá que ser la que le brinda la sociedad, el resto de hombres. No existen palabras para expresar la desolación que produciría.

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